SECTA CON ABUSO DE MENORES POR FERNANDO TORRES BAENA EN ESPAÑA




Edith V. P. ha reconocido que mantuvo relaciones con menores de edad durante cuatro años. Lo explica así: "Era una forma de vida a la que me había entrenado Fernando". Fernando es Fernando Torres Baena, principal imputado en el que podría ser uno de los mayores casos de pederastia en España. Edith, ex esposa de Fernando y también imputada, detalla en su declaración ante el Juzgado de Instrucción número 7 de Las Palmas de Gran Canaria el inicio de esta truculenta historia de secta sexual dirigida por el prestigioso karateca, profesor y ex campeón de España, Torres Baena. En el sumario, al que ha tenido acceso EL PAÍS, relata su propia corrupción.

"Dolorosos recuerdos"
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La ex pareja del karateca se alejó al ver que sus hijos se acercaban al grupo

La juez ha pedido un informe psiquiátrico de todos los imputados
Le conoció en una escuela de kárate y danza cuando tenía sólo 14 años. A los 16 se casó con él. "Estaba súper enamorada. Lo admiraba. Era como un Dios", explica la mujer, de 45 años, al juez. "Él me decía que no era suficiente, que necesitaba más, una persona del otro sexo, porque yo no era suficiente". Cuando nació su primera hija, Torres Baena preguntó a Edith si podía ir a su casa una persona de su mismo sexo, para que él "lograra su felicidad". Quiso que ella también mantuviera relaciones con otras personas. "La primera vez que accedí fue muy frustrante y le pedí a Fernando que no me obligara. (...) Durante un tiempo me dejó tranquila, pero al poco tiempo volvió a empezar".

Edith y Fernando tuvieron un segundo hijo, pero, según la declaración de la mujer, él no quería esa clase de familia. "Quería una elegida por él, que todos colaboraran en todo y mantener de esa forma relaciones". En esa época empezaron a llegar a la casa dos chicos -uno de ellos también imputado ahora- y dos chicas. Después fueron llegando más, alumnos de la escuela. Menores de edad de unos 13 o 14 años. Edith mantuvo relaciones con algunos varones. Fernando, con chicos y con chicas.

Era "la familia de Playa de Vargas", lugar en el que el matrimonio tenía una casa de veraneo a la que se llevaban a los alumnos elegidos. "Todo el mundo colaboraba en la casa. (...) Entendía que los demás iban porque querían. Tenía la sensación de que la única jodida era yo y que ellos estaban locos por tener relaciones sexuales con Fernando". "Lo que pasaba cuando alguien iba a tener una relación era que se cerraba una habitación y se sabía que allí había alguien con alguien".

La ex esposa de Torres Baena asegura que sabía que tenía que compartir con esas personas (menores) "todo, tanto el trabajo como las relaciones". "Yo cumplía el trámite y seguía con lo mío". Asegura que no habló de este tema con nadie en ese entonces porque "todo el mundo pensaba que era bueno".

Cuando su hija mayor cumplió los once años, ella se alejó del grupo y vio cómo, sin embargo, sus hijos se acercaban. "Hablé con Fernando y le dije que dejara de intentar ese tipo de familia", señala. Su hija mayor empezó a tener relaciones sexuales con un alumno de kárate cuando tenía 15 años, según su relato, pero niega haber sabido que sus hijos participaran en la secta sexual. Los testimonios de algunos menores, sin embargo, indican lo contrario. Los hijos también lo han negado.

En 1988 Edith comenzó a estudiar Derecho en la universidad. Ante las preguntas del fiscal sobre si no se daba cuenta de que estaba cometiendo un delito teniendo relaciones con menores, la imputada dice que "nunca pensó si eran mayores o menores" pero que se sentía mal "por participar en una forma de vida que no quería". Al ver crecer a mis hijos me fui percatando de lo que pasaba. A él lo define como un hombre "inteligente y manipulador" que quería tener influencia sobre todo el mundo, mayores y menores".

Edith y Torres Baena se separaron en 1994. Él le dijo que su forma de vida "no era compatible" con las aspiraciones laborales de ella, según su declaración, y, además, que había conocido a María José, la "mujer perfecta" (su actual pareja; también imputada y en prisión preventiva).

Hay otros tres imputados por abusos y corrupción de menores: el hermano de María José y dos monitores. El viernes pasado se levantó el secreto de sumario. La juez ha pedido un informe psiquiátrico de todos los imputados, que serán examinados por dos médicos forenses para determinar si padecen algún tipo de anomalía o alteración psíquica. El relato de Edith no la compromete penalmente porque sus delitos de abusos sexuales a menores ya habrían prescrito al haber transcurrido más de diez años.

"Dolorosos recuerdos"
La Plataforma de Víctimas y Familiares afectados en el caso Torres Baena defiende los intereses de todas las víctimas salvo de una que tiene su propia representación. Ante el juez han declarado ya 55 personas, pero no todas podrán exigir procesalmente que se castigue a los culpables porque algunos delitos han podido prescribir. Los abusos sexuales más graves lo hacen cuando han pasado más de 10 años desde que se cometieron los hechos, y hay alumnos de la escuela que sufrieron los delitos hace casi dos décadas.

"Nosotros representamos como acusación particular a 25 personas que sí pueden personarse, algunos mayores y otros menores de edad", indica el abogado José María Palomino, letrado de la Plataforma. Lo que ésta pide, en todo caso, es un apoyo decidido para las todas víctimas por parte de las autoridades. Algunas instituciones, públicas y privadas, ya les han hecho llegar su ofrecimiento para colaborar en los procesos de intervención psicológica y confían en que esta ayuda llegue a materializarse.

A los jueces y policías los miembros de la plataforma agradecen el trato recibido "en un momento tan duro". "Sin duda no ha sido fácil aflorar dolorosos recuerdos; enfrentarnos de nuevo a experiencias traumáticas que han marcado nuestras vidas o afrontarlos y compartirlos por primera vez con nuestros familiares más queridos", señala la Plataforma en un comunicado. Además la organización de afectados también se pide a los medios que preserven la intimidad de los menores



EL SUMARIO DEL 'CASO KÁRATE' - EL ORIGEN DEL PROCESO

"Les comen la cabeza a los niños y abusan de ellos, es una secta"

Una adolescente denunció al karateca en enero para proteger a otro menor

MÓNICA CEBERIO BELAZA - Las Palmas - 19/03/2010

Lo que llevaba ocurriendo desde hacía más de 20 años en la escuela de kárate de Fernando Torres Baena en Las Palmas de Gran Canaria salió a la luz el pasado mes de enero, cuando una adolescente decidió contárselo a un profesor del colegio en el que estudiaba y, después, a la policía. Habló para proteger a otro menor, el hermano pequeño de una compañera suya al que los agresores iban a llevar a la casa de Playa de Vargas, lugar en el que se consumaban la mayor parte de los abusos.

En la casa del director en Playa de Vargas se iniciaban los tocamientos
Éste es su relato -que aparece en el sumario del proceso- sobre el lado oscuro de la escuela de kárate más prestigiosa de Gran Canaria , cuna de campeones europeos y mundiales y dirigida por un prestigioso ex campeón de España y presidente de la Federación insular.

La chica se apuntó a kárate a los 13 años. En un principio, todo parecía normal. Dos de las imputadas, María José (pareja de Fernando Torres Baena, de 31 años) e Ivonne (de 29), le daban clase. Un día le propusieron ir a pasar el fin de semana a la casa de Torres Baena, de 53 años, en Playa de Vargas (municipio de Agüimes), "para entablar más confianza con los alumnos de kárate y para entrenar", según declaró ella después ante la policía. Sin imaginar nada raro, aceptó.

Cuando llegó a la casa se encontró con cuatro adultos: los imputados Fernando, María José, Ivonne y José (hermano de María José, que daba clases particulares de apoyo). También había 11 chicos de 15 a 17 años y un niño de 11 o 12. Fernando le dijo a la recién llegada que era normal que hubiera en la casa relaciones sexuales de chicos con chicos y chicas con chicas, y que "daba igual la edad". La chica vio un ambiente "raro" en la casa. Los menores no entrenaron esos días, sino que se dedicaban a limpiar. La primera noche, sobre las 10, empezó a notar que los monitores cuchicheaban entre ellos y que de repente empezaban a faltar parejas en el salón. Los adultos subían al piso de arriba con alguien más y estaban arriba una hora, más o menos.

Ella se quedó con otros compañeros en el piso de abajo. Cuando llegó la hora de dormir, una de las adultas le anunció que pasaría la noche con ella, en su habitación. Se metieron en la cama y la mujer empezó a acariciarla. La menor protestó. Al día siguiente, Fernando le preguntó "muy serio" sobre lo que había pasado la noche anterior. Le dijo que si no tenía relaciones sería una "tirada" y nunca lograría ser campeona de kárate. La segunda noche sucedió algo parecido. Siguió resistiéndose a las demandas de la mujer.

A la mañana siguiente, "todos los monitores la miraban mal", recuerda. "Fernando la riñó mucho", según consta en la declaración, y le dijo que Ivonne y María José habían llegado a ser campeonas de España porque de jóvenes habían mantenido relaciones sexuales. La chica asegura que "tenía mucho miedo de Fernando" y, por ese mismo temor, acabó pidiendo perdón y volviendo varias veces a Playa de Vargas.

La denunciante ha sido la primera en hablar de una "secta sexual" en la prestigiosa escuela de kárate. Les insistían para que sus familias no supieran nada porque no lo iban a "entender". El mensaje reiterado era que nada de lo que allí pasaba era malo. "Les comen la cabeza a los niños y abusan de ellos", dijo esta chica al profesor a quien confesó todo por primera vez. Otro alumno corroboró este testimonio de la denunciante ante la policía. A partir de estas declaraciones, después de dos décadas de silencio, la maquinaria policial y judicial empezó a funcionar. Aparecieron más de 50 víctimas de todas las edades con relatos similares.


'OPERACIÓN KÁRATE' | TESTIMONIO: "FERNANDO SE CREÍA DIOS"

Una profesora del gimnasio de los abusos: "Fernando se creía Dios"

Madrid, 19.03.2010 | 14:09 h.

Una mujer que trabajó en el gimnasio de Fernando Torres Baena ha contado en Espejo Público que dos niñas recurrieron a ella para pedir auxilio. Esta mujer, que ha ocultado su identidad, empezó a entrenar en el gimnasio a los 12 años y luego dio clases de baile a un grupo de niñas ajeno a este gimnasio.

A través del sumario del caso se ha conocido que los alumnos de kárate y los de baile se mezclaban, es decir, que Fernando Torres Baena tenía otro grupo además del de kárate, que era el de los alumnos de danza, para buscar futuras víctimas que llevaba a la casa de Vargas.

Una de las niñas no volvió al gimnasio

Según ha contado esta mujer, tras pasar un fin de semana en la casa de Vargas, dos niñas le contaron que había pasado algo en esa casa, aunque no le dieron ningún detalle.

Cuando esta mujer fue a hablar con las madre de estas dos niñas le dijeron que no se preocupara, que a sus hijas no les pasaba nada y que ella ya se ocuparía de ella. Una de las niñas ya no regresó al gimnasio, pero la otra sí.

Al enterarse que había ido a hablar con las madres de estas dos alumnas, Fernando le invitó a marcharse del gimnasio si no confiaba en él.

"Como profesor de kárate era un hombre ejemplar, en aquel tiempo yo tenía veintipocos años y Fernando tenía un poder de convicción muy fuerte. Él se creía Dios, se creía que estaba por encima de todo. Ya nunca volví a este gimnasio", ha contado este testimonio.


REPORTAJE: PEDERASTIA

Así funcionaba la secta sexual del karateca
Fernando Torres Baena corrompió a alumnos en su escuela de kárate, en Gran Canaria, pero no a todos: los buscaba menores (de nueve a 13 años) y físicamente agraciados. Apoyado por sus mujeres, formaba 'familias' que se regían por el lema de "aquí, todos con todos y yo con todos"

MÓNICA CEBERIO BELAZA 21/03/2010

En la escuela de kárate de Fernando Torres Baena no se corrompía a todos los alumnos. Sólo a los elegidos. El director los seleccionaba en función de su belleza y aptitudes físicas. Los preferidos pasaban a formar parte de su "familia", que él controlaba de forma autoritaria dirigiendo cada uno de los actos de sus miembros. A lo largo de más de 30 años de trayectoria profesional creó varias. Eran familias perecederas. Cuando los alumnos crecían, salvo que pasaran a formar parte de la cadena de mando, eran reemplazados por chicos más jóvenes. La maquinaria de manipulación volvía entonces a empezar. Los testigos y víctimas que han declarado en el proceso judicial del caso del kárate coinciden en su versión de lo que ocurría dentro de esta secta sexual y deportiva en Gran Canaria. Muchos de ellos ni se conocen entre sí porque pertenecieron a diferentes grupos. A algunos les separan 25 años de diferencia. Sólo una persona ha estado en todos ellos: el propio Torres Baena, de 53 años, autoerigido como pater familias absoluto, el líder.

"Sabe cómo hacer daño cuando no le obedecen", asegura una joven. "Es manipulador y no tiene escrúpulos", dice otra.

Los que no eran elegidos como miembros de la familia veían una escuela de kárate normal. Lo único visible para todos era que alumnos y monitores se mostraban muy cariñosos entre sí y que el saludo habitual era un beso en la boca. Pero sólo los preferidos llegaban a conocer el trasunto oscuro del gimnasio. "Sólo se interesaba por los que eran físicamente agraciados tanto de cara como de cuerpo, especialmente entre los nueve y los 13 años, que es cuando comienzan a competir", asegura uno de los denunciantes. Dejaba de lado a los menos agraciados, aunque si tenían cualidades podían participar en los campeonatos.

El karateca invitaba a sus niños a su casa de la playa de Vargas, en Agüimes. Iban allí en vacaciones y los fines de semana con la excusa de hacer entrenamientos intensivos. Pero no sólo se entrenaba. Los chicos limpiaban la casa por dentro, arreglaban el jardín, iban a la playa juntos..., como si efectivamente fueran una gran familia que trabajaba unida en todas las labores del hogar. Era parte del entrenamiento, como el sexo, que pedía a los alumnos porque la familia "tenía que conocerse en todos sus aspectos" y porque de esta forma se potenciaba "todo lo que conlleva la vida deportiva y el kárate". Lo que había de fondo, según él les explicaba, era "amor". Y disciplina. Él lo controlaba todo: hacía cuadrantes ordenando quién debía acostarse con quién cada noche. La regla general, según un menor, era ésta: "Aquí todos con todos y yo con todos". El que se abstenía, era reprendido.

No se ejercía violencia física sobre los menores, según desvela un sumario judicial en el que aparecen declaraciones de 55 presuntas víctimas. Los niños iban asimilando poco a poco el estilo de vida que a Torres Baena le gustaba; les convencía de que el sexo era algo "normal". Las relaciones con los niños no eran "forzadas de forma explícita", según explicó al juez de Las Palmas que lleva el caso una mujer que ahora está en la treintena y que a los 13, recién llegada a la escuela, recibió la buena noticia de que "formaría parte de la pequeña familia de elegidos". Dice que no puede explicar muy bien cómo funcionaba el mecanismo de control, pero que "había una manipulación por parte de Fernando" en la que todos caían.

Otra mujer de esa época, de esa familia ya antigua, explicó al juez cómo Torres Baena iba introduciendo a los chicos en su filosofía vital. Les decía que la relación de pareja que tenían sus padres no era "lo que se llevaba", que era de "desfasados" y que "no podían estar cerrados porque les iba a apartar de muchas cosas". Alababa sus habilidades deportivas y les hacía promesas sobre su futuro en el kárate. "Le gustan sobre todo los niños más pequeños, entre los nueve y los 13 años", relata uno de los denunciantes. "Es cuando empiezan a competir y puede engatusarlos".

Los preferidos recibían un "seguimiento especial", y el profesor les ponía ejemplos de deportistas que habían triunfado gracias a que le habían hecho caso en todo. Por el contrario, los que no obedecían fracasaban. Con niños en edades muy influenciables y con ganas de triunfar, solía funcionar. Si se negaban a hacer algo, aparecía el chantaje emocional: les convencía de que eran ingratos con quien les estaba dando todo y que le "destrozaban" con su actitud rebelde.

A una chica le dijo que la vida que llevaban en la playa de Vargas era "totalmente diferente a la exterior", que eran todos "una familia" y que debían luchar "por lo que allí se podía conseguir". "Fernando tiene poder de persuasión y capacidad de controlarte psicológicamente, y desde que nota que empiezas a dudar y a flaquear comienza a hablar y finalmente a convencerte para que vayas a su redil de nuevo", declaró esta joven ante el juez y la policía. "No sabía cómo salir de todo esto".

Ésa era la parte más suave de la manipulación. Había otra más agresiva. Torres Baena tenía poder. En los últimos tiempos era el presidente de la Federación Gran Canaria de Kárate y director de I+D de la federación española. Los alumnos sabían, y así lo dejaba claro él, que si se ponían en su contra no iban a ser admitidos en ningún gimnasio y no podrían hacer nada en ese mundo. Un alumno le atribuye esta frase: "Si quieres marcharte, márchate, pero ya puedes ir olvidándote del kárate".

Una de las chicas que ha declarado, de casi 30 años, acabó aterrorizada por Fernando. Empezó a tener una relación con alguien ajeno al grupo y tuvo verdaderos problemas porque "eso no se podía consentir". Una de las formas de lograr el control era precisamente aislar a los menores; alejarlos de sus familias reales y de sus amigos de forma que, en un momento dado, todo lo que eran se lo debían a Fernando y al grupo de la playa de Vargas.

"Cualquiera que quisiera salirse de lo establecido por él tenía bronca asegurada", declaró la mujer. A ella le amenazó con echarla del club; le dijo que le haría la vida imposible, que él se encargaría de que no volviese a competir jamás. La karateca rebelde se envalentonó y le dijo que le contaría todo a la policía. Él, según su relato, respondió que "llevaba haciendo el mismo tipo de vida desde hacía 35 años" y que siempre "había hecho lo que había querido".

Las broncas, al parecer, eran todo lo largas que fuera necesario para doblegar la voluntad de los menores. Podían durar hasta tres o cuatro horas. "Sabe cómo hacer daño cuando no le obedecen", asegura una joven. "Es manipulador y no tiene escrúpulos", afirma otra. "Se interesaba por la vida personal de los chicos como si tratara de averiguar el punto flaco de cada uno", corrobora un alumno.

La historia de sus familias ficticias viene de tiempo atrás. Se casó con su primera mujer, Edith, cuando ella tenía apenas 16 años. Él tenía 24. Un año antes, en 1979, se había proclamado campeón de España de kárate en la modalidad kumité. En 1981 fundó su escuela e inició a su mujer en la práctica del sexo con otras parejas, hombres y mujeres. Mientras tanto tuvieron una primera hija.

Torres Baena formó en esa época una primera familia con alumnos de su escuela, de 13 y 14 años, a los que llevaba a la playa de Vargas. Edith, separada desde el año 1994 de Fernando, ha reconocido ante el juez los abusos durante esa primera época, en los que ella también participó porque sucedían "dentro de una forma de vida a la que le había entrenado Fernando". Su marido le explicaba que no podía ser feliz "sin montar la familia que quería", afirma la mujer. Uno de los menores que visitaban la playa de Vargas se hizo novio de su hija mayor.

Edith dice que está segura de que Fernando no ha tenido relaciones con sus propios hijos (tres), ni los ha involucrado en sesiones de sexo en grupo, lo que contradice las declaraciones de muchos denunciantes. Los tres hijos de la pareja también lo han negado.

Uno de los chicos que empezó a aparecer por la playa de Vargas fue Juan Luis B., ahora también imputado a sus 37 años. Con 14 ya estaba en la escuela, manteniendo relaciones sexuales con mayores y menores y con el propio Fernando, según la versión de Edith (que admite haberse acostado con él cuando era menor). De mayor pasó a convertirse en uno de los líderes.

Años más tarde, en una familia posterior llegaron, de adolescentes, María José G. P. e Ivonne G., otras dos imputadas que también coincidieron con Edith. Cuando el matrimonio se separó, María José se convirtió en la nueva novia de Fernando Torres Baena. Él las usaba a ambas como cebo ante los chicos; eran las primeras en introducir a los menores en las artes amatorias y prepararles para Fernando, según decenas de declaraciones de víctimas. Una dibujó una pirámide explicando el funcionamiento de la secta: en el vértice está Fernando; abajo, María José e Ivonne; en un tercer peldaño situó a Juan Luis. Todo lo demás era "la plebe". Tanto Juan Luis como María José e Ivonne habían sido, probablemente, "plebe" cuando llegaron a la escuela tiempo atrás.

Todo se destapó el pasado 26 de enero. Una adolescente se atrevió a hablar con un profesor suyo del colegio y con la policía para evitar que el hermano pequeño de una compañera de clase, de nueve años, sufriera los mismos abusos que ella. A partir de aquí se desencadenaron las denuncias. Tres de los imputados (Fernando, su novia María José e Ivonne) están encarcelados. Otros tres, Edith, Juan Luis y José (hermano de María José), han quedado en libertad. Salvo Edith, el resto niega todas las acusaciones. Torres Baena asegura que se trata de un complot organizado por algún club deportivo y que sólo ha tenido relaciones con mayores de edad. En la casa de la urbanización El Edén, en la playa de Vargas, la policía encontró los artilugios sexuales (consoladores, películas pornográficas...) de los que hablaban los denunciantes que formaban parte de la familia actual.

¿Qué les puede pasar a los imputados? Las penas dependerán de cada hecho concreto que quede acreditado y de la edad de los que han sufrido los abusos. Los actos sexuales con menores de 13 años son delito en todo caso. Cuando la víctima es mayor de esa edad, se considera que no hay consentimiento si éste se ha obtenido "prevaliéndose el responsable de una situación de superioridad manifiesta" que coarte su libertad. Las penas se agravan, además, cuando ha habido penetración de algún tipo. El Código Penal recoge también un tipo específico para cuando el abuso se comete con menor de 13 a 16 años que ha consentido mediante engaño. Alguno de los delitos puede haber prescrito.

En la causa se están investigando centenares de presuntos abusos. La policía, en su informe final al juzgado, ha concluido lo siguiente: "Los imputados constituyen un grupo organizado de pederastas (asimilable a una secta, con un líder carismático) que aprovechaban su vinculación e influencia en el mundo del kárate para atraer a los menores y ganarse su confianza y admiración. (...) Fernando Torres Baena es el cabecilla del grupo, llevando décadas realizando estos actos con total impunidad".


Una historia sórdida de kárate, abusos y sexo

21.03.10 - 00:23 - DANIEL HERRERA | LAS PALMAS.

El profesor Torres Baena impuso una estructura elitista y piramidal, bajo la premisa de «todos con todos y todos conmigo»

.Una prestigiosa escuela de artes marciales ocultaba en Gran Canaria una enorme red de corrupción sexual.«Me ha ocurrido algo extraño allí y no quiero que le ocurra a ella también». Declaraciones de una joven isleña que montó en cólera cuando descubrió que sus padres pensaban apuntar a su hermana menor en un centro deportivo de Las Palmas de Gran Canaria. Un testimonio que acabó decantándose a instancias de la Policía en forma de denuncia, con una serie de detalles que han terminado por desencadenar las investigaciones del Servicio de Atención a la Familia (SAV) de la Policía Judicial.

De esta manera se reveló la trama más truculenta de presunta pederastia de las últimas décadas. Un caso en el que la realidad supera la más escabrosa ficción de cualquier novela y cuyos hechos se desarrollaron en Canarias durante los últimos veinte años. La sociedad isleña continúa consternada por cómo ha podido durar tanto tiempo la presunta red de corrupción sexual orquestada por el que hasta hace poco parecía un impoluto profesor de kárate, Fernando Torres Baena. Deportista de prestigio internacional -cinturón negro, séptimo dan-, su centro contaba con un palmarés envidiado en todo el país. En su gimnasio se fraguaron títulos nacionales, europeos y mundiales, pero también episodios sexuales turbulentos.

Desde que se investigó el caso, más de 50 personas han denunciado abusos por parte del maestro de artes marciales, una cifra que podría superar el centenar en los próximos días. Los abusos sexuales se iniciaban con menores de hasta nueve años, a través de una estructura piramidal sectaria y elitista, en la cual Torres Baena aplicaba su particular y estremecedor axioma: «Aquí todos con todos y todos conmigo».

«Se ha trabajado a contrarreloj por parte de la Policía», afirma Francisco Mazorra, abogado de una de las víctimas denunciantes. «Al parecer, él trabajaba en grupos de élite a los que les inculcaba sus particulares concepciones del sexo». En el caso de su defendida, el relato toma un cariz más relevante, porque en su testimonio se habla explícitamente de violación. «La cogió con doce años. Evidentemente, es una edad muy débil y la pobre chica no lo denunció», explica.

Además, habría recibido la amenaza de que le podía ocurrir lo mismo a su hermano.
En estos momentos, tanto Fernando Torres Baena como las monitoras María José González Peña (su actual pareja) e Ivonne González Herrera se encuentran en prisión provisional, mientras el caso se encuentra en fase de diligencias previas en el Juzgado de Instrucción nº 7 de Las Palmas.

MODO DE CAPTACIÓN

El modus operandi de Torres Baena se configuraba en una compleja red de captación que se iniciaba en colegios y centros educativos, principalmente de la capital grancanaria. Según fuentes de la investigación, por la intermediación de María José González e Ivonne González Herrera se convencía a jóvenes que reuniesen óptimas condiciones y, sobre todo, «buen parecido físico». A partir de ahí, el maestro de artes marciales inculcaba su particular doctrina deportiva, más parecida a la de una secta que a una academia deportiva. Los niños y jóvenes eran inducidos a practicar un sinfín de prácticas sexuales.

«Chicos con chicos, chicas con chicas y chicos con chicas, pero siempre estaba él por encima del resto», se desliza en otra de las declaraciones de los denunciantes. El egocentrismo de Torres Baena le llevó a construir una llamativa pirámide en la que él se situaba como la piedra angular de una fábrica de campeones en la que el sexo se convertía en un ingrediente clave para mejorar el rendimiento deportivo. En un escalafón inferior se situaban María José González e Ivonne González, quienes de adolescentes habrían sufrido en carne propia sus polémicos preceptos. En otro escalón se encontraba Juan Luis Benítez, que, según fuentes de la investigación, se había convertido en su mano derecha. Debajo de todos ellos se situaba lo que Baena definía como «la plebe». Bajo la excusa pseudoideológica de la cultura helenística se justificó que el sexo «entre maestros y alumnos era algo normal», según señaló otro de los denunciantes.

«Era uno de los gimnasios más prestigiosos del mundo; a nadie se le pasaba por la cabeza todo esto», argumenta Jorge Carballo, antiguo presidente de la Asociación de Periodistas Deportivos de Las Palmas. «Ha sido un palo muy duro». Torres Baena negó ante el juez todos los episodios de acoso sexual y de pederastia en su primera declaración, argumentando que todo era una «confabulación» orquestada por otros gimnasios rivales y por miembros de la Federación. «Su capacidad de control psicológico sobre los chicos era demoledora», afirma Mazorra a tenor de las investigaciones y de la prueba psiquiátrica a la que ha sido sometido. El argumento de esta pericia se basa en que el propio Torres Baena pudo haber sido violado por su padre en su juventud.


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