HISTORIA DEL GENOCIDIO NAZI

 
TATUAJE HECHO EN EL ANTEBRAZO DERECHO, LETRAS K L (KONZENTRATIONS LAGER) PROBABLEMENTE A UN JUDÍO HÚNGARO, EN VEZ DEL NÚMERO ASIGNADO Y TATUADO EN EL ANTEBRAZO IZQUIERDO A LOS RECIEN LLEGADOS Y DEJADOS CON VIDA DESPUÉS DE LA SELECCIÓN. FUERON TATUADOS APROXIMADAMENTE 405.000 PERSONAS, PERO ALGUNAS SERIES FUERON REPETIDAS PARA OCULTAR

LA CANTIDAD REAL. ELTATUAJE NORMAL SE HACÍA EN SERIES: A, B, JUDÍOS, E, REEDUCATIVOS Y Z, GITANOS. A LOS PRESOS ALEMANES NO SE LES TATUABA

UNA BARRACA DE MADERA, VIVIENDA DE LOS PRESOS. LAS CHIMENEAS ERAN PARA ESTUFAS DE CALEFACCIÓN, NUNCA PRENDIDAS

La idea de establecer ghettos fue planteada en diversas ocasiones, por ejemplo en 1938 por Göring, pero no fue aceptada. En septiembre de 1939, Heydrich ordenó a los Einsatzgruppen la disolución de las comunidades con menos de 500 miembros y la concentración de los judíos en barrios especiales en el interior de las ciudades. El primer ghetto se estableció en abril de 1940 en la ciudad industrial de Lodz; el segundo en Varsovia, en noviembre de ese mismo año. En 1941 se habían establecido ghettos en todo el territorio polaco que servían como centros de concentración para los esfuerzos de expulsión. Posteriormente, a partir de la decisión de llevar a cabo la Solución Final, en marzo de 1941, y más aceleradamente desde la primavera de 1942, se convirtieron en centros de deportación para los centros de exterminio. El establecimiento de ghettos no significó, inicialmente, la decisión de aniquilar a los judíos, aunque un paso esencial en este plan era la aceleración de la ruina económica, social y política de la población judía, deteriorando al máximo las condiciones de vida en el ghetto. Al principio hubo dos tipos de ghetto: los abiertos, considerados áreas restringidas a los judíos, y los cerrados, como en el caso de Varsovia, rodeados de murallas. Durante un tiempo, los alemanes, por razones económicas, concedieron permisos de salida y entrada para ir a trabajar, aunque posteriormente se eliminó esta posibilidad y se ordenó la pena de muerte a todos los judíos que fuesen encontrados fuera del ghetto. Esta situación acrecentó el hambre y multiplicó la situación de epidemias. A mediados de 1942 empezaron a funcionar los campos de exterminio y la sociedad judía, dentro de los ghettos, comenzó a perecer cuando se iniciaron las sucesivas y masivas deportaciones de sus miembros hacia la muerte y los crematorios. El ghetto implicaba un fenómeno del pasado, la segregación judía en épocas medievales, que había encontrado en esa forma de separación una de sus máximas expresiones, había sido eliminada por la modernidad. A lo largo del siglo XIX, los judíos se habían integrado en la vida social, cultural, política y económica europea. La emancipación judía, que había llevado a la igualdad jurídica y política de los judíos en los Estados modernos, se vio eliminada. Los ghettos no fueron una invención nazi: sus orígenes se remontan a la época medieval, cuando se establecieron restricciones a las zonas en las que los judíos podían residir. Aunque el origen del concepto ha estado sujeto a mucha especulación, el término “ghetto” parece que procede del nombre del barrio judío de Venecia, establecido en 1516. Durante la Segunda Guerra Mundial, los ghettos eran distritos urbanos, a menudo cerrados, en los cuales los alemanes forzaron a la población judía a vivir en condiciones miserables. Sea cual sea el origen de la palabra, se ha usado de formas muy diferentes: ha pasado a indicar no sólo un ghetto legalmente establecido como elemento de coerción, sino también el internamiento voluntario de judíos en una zona, un proceso conocido como Diáspora, mucho antes de que la obligación fuese impuesta. En cierto modo, el aislamiento impuesto a los judíos que los obligaba a vivir en zonas determinadas, no suponía grandes problemas para la mayoría de las comunidades ortodoxas. El judaísmo, con sus rigurosos requerimientos religiosos, animaba a los judíos a vivir en estrecha proximidad unos con otros y con sus instituciones religiosas. Aunque en muchos lugares eran libres de ir y venir en las ciudades en las que residían, en el siglo XIX había distritos especiales, denominados “ciudades judías”, en muchas de las principales ciudades de la Europa Oriental. Tras las emigraciones a otros países, los judíos tendían a congregarse en zonas concretas de una ciudad o población, aunque no estuviesen obligados a hacerlo, como una opción personal. Los nazis eliminaron esa elección. Los ghettos aislaban a los judíos, separándolos de la población no judía, así como de las otras comunidades judías. Los alemanes consideraban la creación de los ghettos como una medida provisional para controlar y segregar a los judíos, y crearon más de 400 ghettos. Los nazis dieron muchos pretextos para la creación de los ghettos. Por ejemplo, deseaban prevenir la diseminación de enfermedades, supuestamente propagadas por los judíos, o suprimir las actividades de mercado negro que realizaban. Sus objetivos principales fueron la creación de condiciones de vida extremadamente duras, aislamientos del mundo exterior, y el internamiento de judíos en vastas prisiones bajo condiciones penosas. Estos objetivos fueron conseguidos con la ruptura de su estructura mental, física y social, destruyendo su resistencia como comunidad. Los ghettos aislaban a los judíos, separando a las comunidades judías tanto de la población, como conjunto, como del resto de las comunidades judías. Aunque este proceso de ghettoización nunca se introdujo en el Reich mismo, y sólo apareció lentamente en los países ocupados por Alemania, sus efectos fueron intencionadamente letales. La primera tarea en la transformación de Polonia en un “espacio de vida” alemán, era trasladar a los polacos y judíos de las zonas rurales, así como a los judíos de las zonas alemanas y concentrarlos en las ciudades del Gobierno General. El proceso de ghettoización fue sólo un primer paso necesario en la organización de la operación de concentración y exterminio. Posteriormente, los territorios incorporados podrían ser repoblados con alemanes étnicos (Volksdeutsche, procedentes de los Estados bálticos, etc.). La creación de ghettos en ciudades polacas se produjo de forma sistemática. En abril de 1940 fue creado el primer ghetto, en Lodz; en octubre se creó el de Varsovia; en marzo de 1941 el de Cracovia, en abril los de Lublin y Random, y Lvov en Diciembre. A finales de 1941, el proceso de ghettoización había casi finalizado. Existieron cruciales diferencias entre la ghettoización en Polonia y en los territorios soviéticos. En Polonia, el proceso comenzó poco después del estallido de la guerra, antes de los asesinatos masivos y que quedasen claras las intenciones exterminadoras nazis. En los antiguos territorios soviéticos, la ghettoización tuvo lugar poco después del comienzo de los asesinatos masivos de los Einsatzgruppen; los judíos tenían claro que el dominio alemán estaba destinado al exterminio, aún antes de que sus intenciones estuviesen totalmente claras. Bajo la ocupación alemana, Polonia fue dividida en 10 distritos administrativos. Los distritos occidentales y del norte fueron anexados al Reich alemán (Pomerania, Brandenburg, Sajonia, Alta y Baja Silesia y Danzig), y los distritos orientales fueron cedidos a la URSS. El distrito más grande, cuya sección central incluía las ciudades de Lublin, Cracovia y Varsovia, fue considerada como una colonia alemana, y fue conocida como el Gobierno General de Polonia (Generalgouvernement). Con la anexión de Polonia, 2 millones más de judíos polacos quedaron bajo el control alemán. La política alemana en referencia a los ghettos No todas las ciudades tenían un ghetto. La estrategia de Reinhard Heydrich era trasladar a los judíos de las pequeñas comunidades a las grandes conurbaciones. Cientos de ghettos se establecieron en la Europa ocupada, pasando desde los 450.000 habitantes de Varsovia a algunos que sólo contenían unas pocas familias, en zonas rurales. Mientras que los ghettos fueron tradicionalmente lugares permanentes de residencia de los judíos, en Polonia, bajo el control Nacionalsocialista fueron considerados como una medida transitoria. Un informe secreto, de septiembre de 1939, de Reinhard Heydrich, el jefe de la Policía de Seguridad, a los jefes de todas las fuerzas que operaban al territorio polaco conquistado, estableció las directrices básicas de la política alemana en esos territorios. Heydrich distinguía entre el objetivo final que requería algún tiempo de aplicación, y los objetivos intermedios, que debían ser llevados a cabo en un período más inmediato, porque algunas no podían ser aplicadas por motivos técnicos o por razones económicas. El primer objetivo intermedio era la concentración de los judíos, que debían trasladarse desde las áreas rurales a las grandes ciudades. Ciertas zonas debían convertirse en Judenrein, libres de judíos, y las pequeñas comunidades debían quedar sumidas en otras más grandees. Heydrich ordenó a los líderes locales que estableciesen un Consejo de ancianos judíos, personas que eran nombradas entre los líderes de la comunidad y los rabinos, que debían ser plenamente responsables de la implementación de las futuras medidas. Debían establecer un censo, y serían personalmente responsables de la evacuación de los judíos de las zonas rurales; el hecho de que se les considerase “personalmente responsables” indicaba que sus vidas corrían peligro, si las autoridades nazis no estaban satisfechas con el resultado de su trabajo. Los habitantes de los ghettos debían obedecer a los Judenräte. Los ghettos se constituyeron como elementos que intentaban concentrar a los judíos y mantenerlos cautivos hasta el momento en que se creasen las infraestructuras necesarias para “solventar el problema judío”. Una excepción fue el ghetto de Theresienstadt, que fue creado a finales de 1941 para alojar a judíos de Bohemia y Moravia y, posteriormente, judíos procedentes de Alemania y otros países occidentales. Los alemanes intentaron crear en Theresienstadt un “escaparate” al mundo sobre su tratamiento de los judíos, y enmascarar el crimen de la “solución final”. A pesar de todo, Theresienstadt fue un ghetto, un campo de concentración donde las condiciones de encarcelamiento prevalecieron, y un campo de tránsito: de los 144.000 judíos enviados a Theresienstadt, 88.000 fueron deportados a Auschwitz y 33.000 murieron en el ghetto; de los 15.000 niños enviados al ghetto, poco más de 100 sobrevivieron.

Cuando hablamos de campos de concentración, casi siempre tenemos en mente las imágenes que todos hemos visto sobre los campos nacionalsocialistas, de los muertos apilados o de los supervivientes, apenas algo más que cadáveres vivientes. Por eso hemos adquirido la costumbre de asociar ese concepto con estas imágenes, de forma que hemos creado un símil entre ese término y los centros de deportación y exterminio creados por el régimen nacionalsocialista, sin tener en cuenta que han sido muchas las naciones que han utilizado este tipo de centros para el internamiento de sus “enemigos”. Así, en numerosas ocasiones olvidamos que también durante el estalinismo, el franquismo o durante las últimas guerras balcánicas se han creado lugares de internamiento y campos de concentración que han reproducido algunos de los elementos básicos del sistema de campos de concentración nacionalsocialista, aunque nunca a la misma escala. Sin embargo, en ningún momento de su Historia, la Humanidad ha sido testigo de un crimen tan inimaginable como el que se llevó a cabo entre 1933 y 1945. Los campos de concentración nacionalsocialistas se han convertido en un símbolo de la inhumanidad y simbolizan hasta qué punto puede llegar el deseo de los regímenes políticos autoritarios por eliminar a sus “enemigos” políticos y raciales. Se trata de un crimen tan monumental que ni siquiera podemos saber, con seguridad, el número de víctimas que hubo en los campos de concentración nacionalsocialistas. La enorme dimensión, las diferentes descripciones proporcionadas por las SS y otras autoridades nacionalsocialistas, así como la destrucción de una gran parte de los documentos, han dificultado la investigación sobre el número de los muertos de este régimen de terror. Pese a todo, en definitiva, las cifras que se puedan ofrecer no tienen ningún significado, porque la muerte, en los campos de concentración nacionalsocialistas, alcanzó unas dimensiones en las que la vida, la supervivencia o la crueldad humana, no pueden ser mesuradas. No existe ninguna imagen o relato que pueda reconstruir con toda exactitud lo que fue el universo concentratario nacionalsocialista. Sólo la memoria humana, la voluntad de recordar, puede intentar reconstruir todo un mundo que, para muchos, parece completamente increíble y ajeno. A pesar de la gran importancia que tuvo este período para la Historia de Europa, los estudios sobre el significado, evolución y estructura del sistema de campos de concentración nacionalsocialistas, han sido relativamente pocos, en comparación con otros aspectos del Tercer Reich. La literatura y los estudios sobre los campos de concentración se pueden dividir en tres grupos: las memorias de los supervivientes, las publicaciones de iniciativas regionales y de investigación histórica conjunta, y los trabajos sobre las actas y documentos de los procesos judiciales e investigaciones criminales que se llevaron a cabo tras la guerra. Los testimonios de los supervivientes suponen elementos de corrección a las fuentes documentales procedentes de los organismos de control del sistema de campos de concentración, y nos permiten, al mismo tiempo, centrarnos en la perspectiva de los “perpetradores”, porque nos ofrece la versión contrapuesta a la de las fuentes documentales. Por eso, el punto de vista de las víctimas es especialmente importante para conocer los hechos del Nacionalsocialismo, desde una perspectiva más amplia y correcta, porque nos ofrece una imagen del perpetrador desde un punto de vista diferente a la que aparece en la documentación oficial. Especial importancia, entre los informes de los supervivientes, tienen las reflexiones de Hermann Langbein, Primo Levi o Jorge Semprún[1], aunque la lista de este tipo de obras es mucho más larga. Los estudios históricos sobre los campos de concentración comenzaron a aparecer en los años 1960, especialmente a raíz de los grandes procesos judiciales contra criminales nacionalsocialistas en Frankfurt y Jerusalén, que propiciaron la edición de algunos estudios sobre el sistema de campos de concentración que, hasta ahora, podemos considerar como básicos en este tema. En 1965 Martin Broszat publicó una investigación que fue utilizada como informe en el primer proceso sobre Auschwitz[2]. Tres años después se publicaba la monumental obra de Olga Wormser-Migot[3], y en 1973 la investigación de Joseph Billig[4]. Estos autores fueron los pioneros en este tipo de investigaciones históricas y sentaron algunas de las bases de los estudios posteriores. Durante los años 1970-1980, los historiadores prestaron una escasa atención a la investigación sobre los campos de concentración, pero esta tendencia varió en la década de los 1990. En poco tiempo aparecieron algunos trabajos de investigación, generalmente como parte de proyectos científicos globales, que introdujeron nuevas escalas de apreciación sobre el tema. Muchos de estos estudios hacen referencia a la cuestión de la pedagogía, metodología didáctica, enseñanza o exposiciones, así como al tema de la conmemoración y el recuerdo de los campos de concentración[5]. Aunque actualmente, a comienzos del siglo XXI, ya existe un gran número de publicaciones e investigaciones sobre los campos de concentración, hay relativamente pocos estudios históricos empíricos concretos. No existe un trabajo de investigación general sobre el sistema de campos, que sintetice los resultados de los diferentes estudios individuales en un trabajo conjunto. Tampoco existe una monografía sobre los campos que describa directamente las diferentes fases de desarrollo y las contradicciones de todo el proceso de los campos, así como la increíble dimensión que alcanzó ese crimen. Aún queda sin respuesta un gran número de cuestiones sobre las etapas que marcaron el desarrollo de todo el sistema de campos de concentración. En este sentido, es preciso tener en cuenta que, aunque su estructura organizativa y administrativa apenas sufrió grandes cambios desde mediados de los años 1930, las funciones del sistema de campos de concentración se transformaron notablemente durante todo el período del Tercer Reich. Por eso, el principal planteamiento que debemos hacernos es cómo se transformó el sistema, en el transcurso del dominio nacionalsocialista, y qué elementos caracterizaron cada una de esas fases. Pero, además, también debemos preguntarnos por los efectos que estos cambios funcionales tuvieron sobre aquellos individuos y grupos de personas que se encontraban internadas en los campos. A partir de esos cambios, podremos concluir que el elemento central de esas transformaciones fueron los cambiantes planteamientos de la dirección de las instancias de control y represión, y no sólo la realidad de los perseguidos. Así, la reconstrucción de lo que Karin Orth ha denominado la “perspectiva del culpable” (Täter-Perspektive[6]), nos permite analizar el desarrollo del sistema de campos de concentración en el contexto de las intenciones de la dirección nacionalsocialista, y nos ofrece una nueva perspectiva sobre las acciones de la dirección política nacionalsocialista y de su brazo ejecutivo, las SS. En la literatura de investigación histórica podemos encontrar diferentes periodizaciones sobre el sistema de campos de concentración, aunque siempre hemos de tener en cuenta que las fronteras entre un período y otro son vagas y difusas. De estas periodizaciones, la que ha dominado principalmente ha sido la que señalaba la existencia de tres etapas: 1933-1936, en la que los campos de concentración se destinaban principalmente a los enemigos políticos del régimen; 1936-1942, cuando se convirtieron en centros de internamiento para las víctimas de las medidas reguladoras de la economía de guerra y del conflicto bélico; y 1942-1945, caracterizada por dos elementos tan contrapuestos como las necesidades de mano de obra de la economía de guerra y el exterminio masivo de los judíos europeos. Este tipo de clasificación se ha basado en investigaciones centradas especialmente en los factores económicos y su influencia en las condiciones de existencia de los detenidos de los campos de concentración[7]. Sin embargo, este primer modelo ha quedado sujeto a diferentes interpretaciones. Por ejemplo, Karin Orth, en su estudio sobre el sistema y la organización de los campos de concentración nacionalsocialistas, establece seis etapas: 1933-1934, como la fase de los “primeros campos”; 1934-1935, una primera etapa de centralización; 1936-1939, el nacimiento de un sistema de campos centralizados; 1939-1942, la primera fase de la guerra, como un período de transición; 1942-1944, la segunda mitad de la guerra, caracterizada por el exterminio y el trabajo forzoso; y 1945, la evacuación de los presos de los campos de concentración[8]. A mi entender, sin embargo, la división más adecuada para el conjunto del sistema de campos de concentración nacionalsocialista, se basaría en cuatro períodos diferentes. La primera fase, entre 1933-1935, sería la que muchos autores han denominado de “campos salvajes” (wilde Lagern[9]), y que se caracteriza por la aparición de un gran número de centros de detención autónomos, que sirvieron como elementos de consolidación del poder nacionalsocialista, aunque de duración efímera y sin ningún tipo de control o regulación estatal. Durante 1934-1935, al mismo tiempo que el Reichsführer SS Heinrich Himmler iba consolidando la centralización del sistema represivo policial, también se produjo un proceso de centralización y reducción del número de campos “salvajes” existentes. La segunda fase, 1936-1939, es la fase de centralización y unificación de la estructura interna y externa de todo el sistema de campos de concentración, a partir de la creación de nuevos campos siguiendo el “modelo Dachau” y de preparación para la fase de expansión que llegaría con el inicio de la guerra. Esta fase de centralización coincide con la consolidación del poder de Himmler al frente de la policía alemana. La tercera fase abarca la primera mitad de la guerra, entre 1939 y 1942, ya que el comienzo de la guerra marcó una profunda transformación de los campos, con grandes cambios también en la composición de los grupos de detenidos. Esta última característica, junto a la introducción del trabajo de los presos, serán los elementos determinantes del período. Finalmente, la fase entre 1942 y 1945, vería la transformación definitiva de todo el sistema de campos nacionalsocialistas. La eliminación sistemática de los judíos europeos en los campos de exterminio (Auschwitz, Majdanek, Treblinka, etc.) se combinaba con los esfuerzos por rentabilizar el trabajo de los presos no judíos en la economía de guerra, y con la creación de una densa red de campos exteriores y comandos de trabajo.

El número exacto de personas asesinadas durante el régimen nazi no se ha podido determinar, aunque se consideran fiables los siguientes números:[cita requerida] 5.600.000 a 6.100.000 de judíos, de los que entre el 49 y el 63 % eran polacos, 3.500.000 a 6.000.000 de civiles eslavos, 2.500.000 a 4.000.000 de prisioneros de guerra soviéticos, 2.500.000 a 3.500.000 de polacos no judíos, 1.000.000 a 1.500.000 de disidentes políticos, 200.000 a 800.000 gitanos, 200.000 a 300.000 discapacitados, 10.000 a 250.000 homosexuales, En total las víctimas suman una cifra de entre 15.000.000 y 20.000.000 (quince a veinte millones de personas, aproximadamente). El Holocausto dio el empuje final a la creación del estado de Israel, ubicado sobre parte del territorio del Mandato Británico de Palestina, que acogió a los judíos supervivientes del exterminio


EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1944 FUERON AHORCADOS MALA ZIMETBAUM, JUDÍA BELGA, INTÉRPRETE Y MENSAJERA DEL CAMPO Y EDWARD GALINSKI, CATÓLICO POLACO. AMBOS FUERON CAPTURADOS DESPUÉS DE SU FUGA Y MALA TRATÓ DE CORTARSE LAS VENAS CON UNA HOJITA DE AFEITAR AL SER TORTURADA.

UNA CALLE EN BRUSELAS LLEVA HOY SU NOMBRE

LETRINAS COLECTIVAS PARA PRESOS, CONTROLADO SU USO DE MUY POCOS MINUTOS, POR UNO DE LOS PRESOS, EL “SCHEISSMEISTER” (capataz), VESTIDO COMO CANTOR DE SINAGOGA, CON UN DESPERTADOR COLGADO DEL CUELLO

INTERIOR DE UNA BARRACA, CUCHETAS PARA DORMIR SOBRE COLCHONES RELLENOS CON PAJA PODRIDA, VARIOS PRESOS EN CADA UNA, 3 Ó 4, UNO AL LADO DEL OTRO, CON UNA FRAZADA MUGRIENTA Y LLENA DE PIOJOS, HABÍA TAMBIEN DE MADERA EN OTRAS BARRACAS
 
bolsas con cabellos de mujeres gaseadas
ESTE CABELLO SE VENDÍA A 0,50 MARCOS EL KG, PARA HACER FIELTRO PARA TELAS Y ZAPATILLAS PARA USO DE SUBMARINISTAS
en AUSCHWITZ I - OSWIECIM
CARTEL ENGAÑOSO EN EL INTERIOR DE AUSCHWITZ (OSWIECIM) “EL TRABAJO LIBERA”
ANTEOJOS DE JUDÍOS GASEADOS INMEDIATAMENTE AL LLEGAR AL CAMPO

 

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