El niño venezolano que vendía dibujos para vivir



Caracas.- Se hizo “famoso” gracias a sus dibujos, pero no tanto por la belleza de sus obras, sino porque las vendía para sobrevivir en medio de la particular crisis humanitaria que afronta Venezuela.

Conmovido por el esfuerzo del adolescente para ayudar a su madre en momentos de crisis, un fotógrafo periodista hizo viral la historia con una particular publicación en sus redes sociales, historia que tuvo notable acogida, más allá de las fronteras de la nación sudamericana.


Paradójicamente, pocos días después, el fotoperiodista desapareció y los papeles se cambiaron: Misael y su madre organizaron jornadas de oración por la vida de aquel “ángel bueno” que había ayudado al jovencito.

Las oraciones tuvieron efecto. Pues según contó esta humilde y orgullosa madre, Yailet Chacón, a Aleteia, “con fe todo es posible” porque “Dios ama a sus hijos”. El joven periodista “torturado y amenazado” aparecía así con vida tras una “gran cadena de oración”.

Sin embargo, la acción solidaria de Jesús dejó sus frutos, pues el jovencito al que intentó ayudar cumplió su sueño de estudiar nada menos que arte, para consolidar su profesión de pintor, por aquello de “aún en medio de las dificultades, a la vida hay que ponerle color”.



Poco después de las publicaciones en la red social Twitter creció la demanda por los dibujos y también la generosidad por las obras. En los post de aquellas fotos se explicaba que Mizael permanecía en las salidas de las estaciones del Metro más visitadas para despojarse de sus tesoros.

El poco dinero que recibía por el producto de creativo esfuerzo le permitía así ayudar a su mamá con los gastos para la comida, que –como miles de madres venezolanas- aún con dos empleos no logra obtener lo suficiente para mantener adecuadamente a su familia.

Los dibujos se vendieron, pero los ingresos no fueron mágicos y, por mucho esmero que se le pusiera a las coloridas pinturas, el dinero no ingresaba en cantidades suficientes para cumplir un sueño: el de estudiar en una escuela de arte.


Además, la ilusión del niño pasaba a segundo plano, pues en un país con hiperinflación su sueño lucía más como un lujo totalmente irrealizable.

No obstante, tanto el “pequeño” Mizael como su madre se abrazaron a la oración, convencidos de que Dios hace milagros y que nadie tiene derecho a apagar los deseos de un corazón de niño. Total, decían sin resignarse: “¡Soñar no cuesta nada!”.

El milagro ocurrió, tan grande como la sonrisa de Mizael cada vez que cuenta con los ojos brillantes cómo fue que Dios le cumplió el sueño de poder estudiar en una escuela de arte, para ser artista gráfico, porque “hay que pintar la vida”, porque “Dios pintó el mundo con alegría”.

El ángel no tiene nombre, por aquello de que en silencio los premios se reciben desde arriba. Pero sí se sabe que tiene rostro de mujer.

Actualmente, una bondadosa dama envía desde España la ayuda necesaria para cubrir los gastos de alimentación de la pequeña familia y los estudios de artes plásticas de Mizael.


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